Entradas

Mi segunda piel

Imagen
Hace un tiempo leí a Peregrino Inmóvil , refiriéndose poéticamente a su espacio virtual como una "segunda piel", lo que me dejó pensando en ese fenómeno masivo —tan fenomenal como las redes sociales— de los blogs (o weblogs ); como medios de expresión, de comunicación, pero también de catársis terapéutica. Mi colega blogger no pudo haber descrito mejor lo que representa, para nuestro gremio digital, la filosofía y la mística detrás de esta maravilla de la Internet, que hoy supera los 150 millones de sitios públicos 1 . Esta bitácora acaba de cumplir su primer lustro de existencia; y desde su nacimiento en el 2006, ha sido confidente y testimonio de las diversas dimensiones de mi vida: desde las emociones de los viajes y aventuras, pasando por momentos anecdóticos con mis hijos, hasta los sobresaltos y frustaciones del corazón —a los que, estoy convencido, simplemente no habría sobrevivido sin esta ciberterapia—. El post de...

Batimóvil perdido y encontrado

Imagen
Parecía que aun estaba soñando cuando a las diez de la mañana abrí las cortinas de mi cuarto y vi que mi carro ya no estaba donde lo había dejado unas horas antes. Honestamente, pensé que estaba en una de esas pesadillas a las que mi inconsciente me tiene acostumbrado, en las que tengo que enfrentar algunos de mis grandes temores. Antes de entrar en pánico, me aseguré de que mi papá no haya necesitado tomar prestado el auto, y una vez descartada esa posibilidad, era oficial: ¡se habían robado el batimóvil! Luego del susto inicial Despúes de notificar el hurto a mi compañia de seguros y al Serenazgo de Magdalena del Mar, me fui a poner la denuncia a la Comisaría, donde un efectivo de la Policia Nacional avisó por radio a la División de Investigación de Robo de Vehículos (Dirove). A pesar de que había iniciado la búsqueda —como diría el doctor Doofenshmirtz , en todo el área limítrofe—, una sensación de derrota y de impotencia me tenía algo triste. De regreso a casa, tuve que explicarl...

Todo tiene arte

Imagen
31 de diciembre. Mientras que la mayoría deseaba que el 2010 se fuera ya, parte de mí quería que el tiempo se detuviera ahí mismo. Sabía que los primeros días del 2011 definirían los caminos por los que transitaría en los años venideros: temor al cambio —o quizás temor a crecer, como sentenciaría Kareen Flores—. Esta vez no recibí el Año Nuevo con la ilusión de siempre, con esa esperanza absurda de que todo va a ser mejor, de que este año sí se harán realidad nuestros sueños; el 2011 llegó a mí implacable, impostergable e impredecible. Quinto día Al quinto día, llegó la primera de las definiciones por encarar; para esta primera y más importante, la Ceci y yo tuvimos que ser un equipo nuevamente: prepararnos, pensar como uno solo, y entender que debíamos apoyarnos si es que uno de nosotros de derrumbaba en el momento decisivo. Sabíamos que nos esperaba un trago amargo pero necesario; sabíamos también que nos tendríamos el uno al otro a la hora de tener que tomarlo. Esa noche me sentí...

El balsero de Belén

Imagen
Era nuestro último día en Iquitos y aun no nos atrevíamos a visitar el barrio de Belén. Practicamente desde que bajamos del avión, nos dijeron que allí había que tener cuidado, que no se podía ir más allá de las cinco de la tarde, que no era recomendable ir con cámaras, celulares, alhajas ni nada que pudiese llamar la atención. Nos advirtieron que la Venecia peruana era el distrito más pobre y más peligroso de la Amazonía. Eran las diez de la mañana cuando paramos un mototaxi: —Al Mercado de Belén, por favor. El día estaba gris y así también nuestros ánimos. Valeria y yo íbamos algo preocupados, sentados en el pequeño motorizado que nos llevaba hacia nuestro destino: el mercado se encuentra en la zona alta del barrio de Belén, a unas diez cuadras de la plaza mayor de la ciudad. Mi hija de diez años estaba entusiasmada por ver qué animales selváticos se vendían allí; en lo que a mí respecta, quería conocer la zona baja, con sus casas flotantes sobre el río Itaya. Aunque no lo decía...

Amor en el kindergarten

Imagen
En un post anterior —acerca de mi pueril fanatismo por la agrupación española Parchís— mencioné a mi segundo amor platónico: Yolanda Ventura (la ficha amarilla), dejando abierta la pregunta ¿cuál fue el primero? La presente nota pretende regresar en el tiempo, casi tres décadas, en su búsqueda; bajo riesgo de no querer volver más a mi presente. 2010 Hace un par de semanas, mientras saboreaba ese nuevo vicio llamado Facebook, me topé con una fotografía en la que aparecía yo, a los cuatro años de edad, con otros niños en la que parecía ser una actuación del nido¹. Gratamente sorprendido, agregué a la propietaria de la foto, a quien no lograba ubicar —no estaba etiquetada—, pero que asumía habría sido alguna compañerita del salón, allá por fines de los ochenta. Para salir de la duda, dejé un comentario preguntándole cuál de las niñas era ella. Al día siguiente recibí la respuesta. Cuando la leí, sentí un cosquilleo en el hipocampo y un ¿será posible que...? cruzó por mi mente. Miraba...

Money for nothing and chicks for free

Imagen
Verano de 1986, sábado por la noche. Pablito (13) y yo (11) teníamos la misión de grabar el ranking "La Más Mejor del 85" —denominación burlesca alusiva a los rankings de las dos radios rockeras más importantes de Lima por aquella época ("La Mejor Mejor" de Studio 92 y "La Más Más" de Panamericana)—. Mi primo había planeado esto durante dos semanas, con el único fin de llevar al primer lugar un tema de la banda Dire Straits: Money for nothing . Pablito —o Pablo, como ya quería que lo llamasen— conocía, mucho más que yo, acerca de las bandas de rock, de sus vocalistas y músicos, de sus álbumes y canciones; era un asiduo televidente de programas de rock, como "Disco Club" y "Top Rock"; y cuando me propuso grabar el ranking, acepté sin titubear: yo sería el locutor y mi primo, el director. Tenía en su casa un equipo de música; y había conseguido el micrófono y la cinta (casete), diseñado el formato y secuencia del programa, y hasta e...

El papatocco de mi madre

Imagen
Recuerdo que, durante mi niñez, una de las cosas que hacían feliz a mi padre era que mi madre preparara papatocco (léase "papatojo"). Este plato regional es, hasta el día de hoy, uno de sus favoritos; pero adicionalmente, el papatocco era sinónimo de reunión familiar, ya que también implicaba que sus hermanos, los Garay Vallenas, vendrían a almorzar a la casa: talvez allí radicaba el orígen de su felicidad. Hace poco mi padre me contó que uno de sus amigos abanquinos, radicado en Lima, le había pedido la receta del papatocco . En ese momento, recordé que nunca lo comíamos en restaurantes, clubes departamentales o en festividades regionales —solo se comía papatocco en casa de algún familiar—. Así fue como me entró la curiosidad y, en primer lugar, traté de buscar información en Internet acerca de este plato: ¡cero resultados!  Papatocco servido en la mesa familiar  Me pareció que esto no podía quedar así, y entonces pensé en publicar la receta. Le pedí a mi madre...