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El ahijado rechazado

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Con mucha ilusión caminaba yo una tarde de otoño, por la cuadra dos de la Avenida Brasil, con rumbo al Instituto Politécnico Salesiano de Breña. Para ponernos en contexto, era 1990, una época complicada en el entorno socio-económico del país, pero en nuestro microentorno escolar se vivía con entusiasmo una etapa muy especial: era el año de nuestra Confirmación . Tras una intensa preparación para recibir el último de los sacramentos de iniciación cristiana, solo me faltaba una cosa: el padrino. Y precisamente esa era la cuestión que estaba seguro se iba a resolver aquella tarde en el politécnico. El padrino deseado Debo decir que mis padres habían insistido para que yo eligiera a mi padrino de bautismo, el hermano mayor de mi papá, como padrino de Confirmación; a lo que me negaba con una actitud muy adolescente de (supuesta) madurez y autosuficiencia. Quería que mi padrino fuese alguien ajeno a la familia, alguien a quien yo pueda escoger dentro de mi entorno y no el de mis padre