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I Only Want to Say (Gethsemane)

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Letra de Tim Rice. Música de Andrew Lloyd Webber. I only want to say If there is a way Take this cup away from me for I don’t want to taste its poison Feel it burn me, I have changed  I’m not as sure As when we started Then I was inspired Now I’m sad and tired Listen surely I’ve exceeded expectations Tried for three years seems like thirty Could you ask as much from any other man? But if I die See the saga through and do the things you ask of me Let them hate me hit me hurt me nail me to their tree I’d wanna know I’d wanna know my God I’d wanna know I’d wanna know my God I’d wanna see  I’d wanna see my God I’d wanna see I’d wanna see my God Why I should die Would I be more noticed than I ever was before? Would the things I’ve said and done matter any more? I’d have to know  I’d have to know my Lord I’d have to know  I’d have to know my Lord I’d have to see  I’d have to see my Lord I’d have to see  I’d have to see my Lord If I die  what will be my rewar...

Huancayo: Día uno (cuando recién empezamos a entender este viaje)

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Terminal terrestre de Cruz del Sur, avenida Ferrocarril (Huancayo).  6:40 de la mañana. Dormimos casi todo el viaje —unas nueve horas sin sentirlo—, una de las ventajas de tomar el bus de noche. Al llegar, nos abrigamos bien y, al bajar, el frío nos golpeó directo en el rostro. Revisamos la temperatura en la aplicación del clima: seis grados. Rápidamente recogí la maleta de la bodega del bus y salimos a buscar un taxi. Afuera de la terminal había un kiosco; compré dos pares de guantes para el frío, unos caramelos de coca para mí… y un chocolate para ti —craso error—. El taxi nos cobró siete soles hasta el hotel Tuki, en la esquina de la avenida Huancavelica con el jirón Tarapacá, que sería nuestra guarida al final de cada jornada en Huancayo. Aunque ese primer día, la guarida tuvo otra función: tu aclimatación. La ciudad de Huancayo se encuentra a 3,250 m s. n. m. —más alto que Huaraz, aunque por debajo de Cusco o Puno—, altitud suficiente para que muchos de sus visitantes experime...

Redescubriendo a «Hércules» en clave góspel

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Por dos a uno ganó la película animada  Hércules  para nuestra tarde de cine en casa. A pesar de los cuestionamientos —infundados, sin duda— a la votación familiar, la producción de Disney de 1997 fue la elegida para cerrar una semana algo complicada y fría de otoño. A la pregunta por default «¿doblada o en inglés?», los chicos optaron esta vez por el idioma original. Aunque era la enésima vez que veía  Hércules , nunca antes la había visto en inglés. Arrancamos. La voz del narrador nos situó en la Antigua Grecia, y luego unas carismáticas musas comenzaron a «cantarnos» la historia del «poderoso Hércules»; en realidad, la historia previa: la creación del mundo civilizado a manos del dios Zeus, tras derrotar a los malvados Titanes. En la línea final de la canción, que en español decía «en el Olimpo se vivió la / paz y la virtud», ahora se oía  "although, honey, it may seem imposs'ble / that's the gospel truth" . De pronto, algo hizo clic:  gospel truth?   go...

¿Quién le teme a Damien Thorn? (2.ª ed.)

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6 de junio, 6 a. m. Un vehículo avanza a toda velocidad por las aún oscuras calles de Roma. A bordo va el diplomático norteamericano Robert Thorn, rumbo al Hospital Capuchino, hacia la mujer que ama… y hacia su impostergable —y apocalíptico— destino. Así comienza la película que más impacto tuvo en mi adolescencia: La profecía (Richard Donner, 1976). Se trata de la primera entrega de una trilogía del cine de terror, producida por Twentieth Century Fox, basada en el guion de David Seltzer. Las películas se estrenaron en 1976, 1978 y 1984, respectivamente, y abordaban un tema inevitablemente adictivo para esa época: la venida del Anticristo. La profecía probablemente llegó al Perú a inicios de los ochenta —cuando yo aún estaba en primaria—; según recuerdo, la pasaron por el Canal 4… y la vi en blanco y negro. ¿Qué hace que La profecía sea tan genial? He preparado un ranking descendente con seis elementos que, en mi humilde opinión, convierten a esta saga en una de mis favoritas del ...

¡Huancayo, allá vamos!

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Terminal terrestre de Cruz del Sur de la avenida Javier Prado.  9.50 de la noche.  Ahí estábamos los tres: mamá, tú y yo. Ya habíamos registrado la única maleta que llevábamos para la bodega del bus cuando se oyó la última llamada para abordar. Nos abrazamos fuerte por unos segundos y nos despedimos. Imagino que para ella debió de ser difícil vernos partir —para mí, sin duda, lo fue—. Nunca antes habíamos hecho un viaje así, solos, padre e hijo.  Sentía esa emoción por lo nuevo, por la aventura que nos esperaba; pero también me daba mucha pena dejar a tu mamá atrás. Pensé que sería más fácil, la verdad. Ya en nuestros asientos, hicimos una videollamada con ella para darnos un último adiós; aún seguía en la terminal, esperando nuestra partida. Ahí nomás dieron las diez en punto y el bus comenzó a moverse. Ya no había marcha atrás…  «¡Huancayo, allá vamos! Que valga la pena, por favor…», me dije en silencio. [siguiente  post :  Huancayo: Día uno (cuando recié...

Ítaca (Kavafis, 1911)

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Poema de Konstantinos P. Kavafis (Grecia, 1911) Cuando emprendas tu viaje a Ítaca pide que el camino sea largo, lleno de aventuras, lleno de experiencias. No temas a los lestrigones ni a los cíclopes ni al colérico Poseidón, seres tales jamás hallarás en tu camino, si tu pensar es elevado, si selecta es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo. Ni a los lestrigones ni a los cíclopes ni al salvaje Poseidón encontrarás, si no los llevas dentro de tu alma, si no los yergue tu alma ante ti.   Pide que el camino sea largo. Que muchas sean las mañanas de verano en que llegues —¡con qué placer y alegría!— a puertos nunca vistos antes. Detente en los emporios de Fenicia y hazte con hermosas mercancías, nácar y coral, ámbar y ébano y toda suerte de perfumes sensuales, cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas. Ve a muchas ciudades egipcias a aprender, a aprender de sus sabios.   Ten siempre a Itaca en tu mente. Llegar allí es tu destino. Mas no apresures nunca el viaje. Mejor...
Durante varios días sigo dándole vueltas al roast duro y honesto que me hizo la inteligencia artificial sobre mi búsqueda de las obras de arte que componen la secuencia pictórica de la crucifixión en el « Getsemaní » del filme Jesucristo Superstar de Norman Jewison (1973). Trato, tontamente, de consolarme repitiendo que no fue más que un algoritmo matemático, una predicción estadística de palabras hiladas hasta formar oraciones, párrafos y, eventualmente, un roast completo, aparentemente coherente, pero artificial al fin y al cabo.  Pero hay una verdad que no puedo obviar: todo este tiempo me he comportado como un detective aficionado a la historia del arte, un recolector obsesionado con fragmentos dispersos… pero sin detenerme a profundizar en algo esencial. Este montaje de la crucifixión no está flotando en el vacío; está incrustado en la canción Gethsemane (I Only Want to Say) , un tema musical que siempre he admirado y contemplado con asombro, pero cuyo contexto y signific...