¡Kenza a la carga!
¿Cómo llegué al podcast Historia del Arte con Kenza? No lo recuerdo bien. Pero desde que lo comencé a escuchar, me fascinó la manera en que Kenza Saadi Elmandjra, de origen árabe musulmán, comparte su apreciación sobre diversas expresiones artísticas, invitando a sus seguidores a despertar el asombro por la belleza del arte. Como era de esperarse, conecté de inmediato con ella y su proyecto. Allá por 2023 me animé a tomar un minicurso virtual con Kenza, titulado Arte sacro, y a partir de allí, algunos otros más.
Hace unos meses, impulsado por esa conexión, y por la necesidad de ayuda real, decidí escribirle. Le conté sobre mi proyecto en torno a la secuencia pictórica del «Getsemaní» de Jesucristo Superstar, y sobre el bloqueo en el que me encontraba con estas dos últimas imágenes aún por identificar. Le pedí ayuda.
Me respondió:
«Al ver la cara de Cristo pensé inmediatamente en Gerard David (Holanda, siglos XV-XVI) o Van der Weyden (Bélgica, siglo XV) —o por lo menos en este estilo de obras—. Pero no encontré tampoco el autor o la obra en internet. Quizá se trata de un pintor no conocido, que fue alumno de alguno de estos dos. Mira los detalles de los ojos, la corona, la madera roja, el pelo de la barba, etc.: son típicamente flamencos, holandeses o posiblemente alemanes, de los siglos XV-XVI.
Voy a seguir buscando, y si encuentro algo, te aviso.
En cuanto a la otra obra, la del ángel, la verdad no tengo datos suficientes para ayudarte».
Aunque nada concluyente, bastó para devolverme algo del ánimo perdido.
Unas semanas después, me escribió de nuevo, entusiasmada: ¡creía haber encontrado la obra! Me mandó el enlace de la National Gallery de Londres. Tardé algunos minutos en armarme de valor antes de abrirlo. La pintura era de Quentin Massys, un pintor de Antwerp (Bélgica) de principios del siglo XVI, y en verdad se parecía mucho. Muchísimo…
Pero no era.
Le respondí contándole que la pintura no coincidía; le agradecí el gesto, la ayuda y el tiempo invertido. Kenza, con esa calidez que la caracteriza, me contestó poco después, apenada por su confusión. Me contó que había revisado cientos de obras de distintas escuelas y artistas —flamencos, alemanes, italianos, holandeses—, y que incluso había considerado nombres como Perugino, solo por no dejar ningún camino sin recorrer. Sin duda, le frustraba no haber podido darme una respuesta certera, pero aun así me animó a seguir buscando, y me pidió que le avisara si alguna vez lograba dar con la obra correcta.
Lejos de decepcionarme, todo esto me conmovió y me animó. La generosidad de Kenza no se medía en aciertos, sino en entrega. Y esa entrega, aun sin resultados, me dio el impulso extra que necesitaba para seguir buscando, para abrirme a nuevas rutas, a otras personas, en otros lugares, donde quizá un gesto igual de sencillo pudiera iluminar este tramo oscuro de mi viaje.
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