¡Maestros a mí!

Han pasado ya algunos días desde que inicié la búsqueda de las dos imágenes que aún me quedan por identificar en la secuencia pictórica de la crucifixión inserta en el tema musical Getsemaní en la película Jesucristo Superstar (Norman Jewison, 1973). Una de ellas es, irónicamente, el primer fragmento de la escena: un primer plano de Cristo en la cruz, que apertura la secuencia pictórica con gran dramatismo —mientras que el compás de la música cambia drásticamente—. La otra es un recorte en el que se observa el retrato de un ángel, quizás pelirrojo, que muy posiblemente forme parte de una composición más grande, lo que ya augura que la tarea que me espera por delante será compleja. Después de fracasar en mis intentos por encontrar estas obras de arte haciendo uso de herramientas digitales, como Google Lens, así como del buscador de imágenes de Google y de Pinterest, decido recurrir nuevamente al grupo de Facebook “Historia del ARTE”: subo las dos imágenes, comentando brevemente el objetivo de mi investigación; no obstante, aunque tengo fe en la sabiduría colectiva a la que me aferro, algo me dice que esto no será suficiente.

Repentinamente, pienso que tal vez intentar con otro tipo de sabiduría, una más individual, podría ayudarme en este punto. Me pregunto por qué no recurrí antes a este recurso. Hago memoria de los tipos de estrategias utilizados en mi búsqueda hasta ahora y reconozco una preferencia marcada por la investigación particular, en solitario —aunque más gratificante, sin duda—; seguida por una indagación más colectiva, aunque algo anónima: quizá pedir ayuda a desconocidos elimina casi completamente la vergüenza a ser ignorado, cuestionado o incluso ridiculizado. Impulsado por la frustración y tras superar mi timidez, decido acudir personalmente a expertos con nombre propio: mis profesores de Historia del Arte. Este giro marca un nuevo y emocionante capítulo en mi búsqueda, uno que revalora los conocimientos y la experiencia de mis antiguos maestros.

Primero, comienzo a escribir un texto que me servirá como plantilla para los correos electrónicos que enviaré a los profesores que espero genuinamente que puedan iluminar la oscuridad de este último tramo de mi búsqueda. Cuidadosamente explico el propósito de mi búsqueda, el camino recorrido y los logros alcanzados hasta el momento, tratando de expresar en palabras mis motivaciones personales, mi humildad por aprender, así como la importancia que tiene para mí el poder consumar este inusual viaje iniciado meses atrás. Personalizo cada mensaje, evocando el vínculo académico que alguna vez nos unió, y adjunto en cada uno las dos esquivas imágenes que busco identificar. Finalmente, los correos comienzan a salir de mi bandeja, y con cada envío las ansias aumentan en mí, consciente de que cualquiera de las respuestas podría contener la clave para completar el rompecabezas —o por lo menos alguna pista a seguir—.

La mañana siguiente, obtengo un primer, aunque poco alentador, correo de respuesta: “Bien difícil. La profesora Alba es la más indicada en pinturas”, se lee escuetamente en la contestación de uno de mis maestros del diplomado de Historia del Arte de la Universidad La Salle, en la que me deriva con la doctora Alba Choque Porras —a quien ya le había enviado también el correo electrónico—. La espera se siente interminable hasta que, unos días más tarde, llega su anhelada respuesta, referida a la imagen de Cristo en la cruz: “Esa me parece que es de Rogier van der Weyden. También podría ser de un seguidor suyo, pero la obra tiene todo su estilo. Weyden tiene muchos crucificados de ese estilo (cientos). Se tendría que recurrir a buscadores flamencos (holandeses o belgas): pones ‘Google Holanda’ o ‘Google Bélgica’. Inténtalo; a veces encuentro así”. Renovado y entusiasmado por la nueva ruta proporcionada por mi profesora, me dispongo a seguirla sin vacilación.

Antes de adentrarme nuevamente en la obra de Weyden —dos de las primeras imágenes que identifiqué en la secuencia pictórica corresponden al pintor flamenco—, la vibración de mi celular anuncia la llegada de un nuevo comentario en el grupo de “Historia del ARTE” en Facebook. La perturbadora respuesta del pintor peruano Rafael Luna Bernal en el post que subí me deja atónito: “A parte de Rogier van der Weyden, yo le agregaría, por las similitudes, a dos pintores más del Renacimiento flamenco: Gerard David y Joos van Cleve”. Esta curiosa conexión entre las pistas me hace sentir más seguro: la ruta ciertamente tiene que ser la indicada.

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