Máncora Tour 2007 (Parte IV)

Los dos últimos días de nuestro viaje a Máncora fueron los más tranquilos. Para el quinto día decidimos recorrer Las Pocitas, playa en la que se ubicaba la zona de hoteles. En realidad este tramo se encuentra al Sur del pueblo de Máncora, a poco más de 1 km (5 minutos en mototaxi). El nombre Las Pocitas se debe a que con la subida de la marea se forman pequeñas piscinas o pocitas, entre las rocas, lo que los niños principalmente disfrutan mucho, aparte del toque peculiar que esto le agrega a la ya paradisíaca vista.

Luego del desayuno, alistamos las mochilas y en la misma playa, unos chiquillos aparecieron con tres caballos; se ofrecieron a llevarnos por una módica suma, hasta la altura del Hotel Los Corales. Valeria se encontró con una amiga del Santa Úrsula y junto con José Manuel y otros niños, se pusieron a jugar. Almorzamos allí (una parihuela buenaza) y cerca de las 3 PM regresamos, esta vez caminando, a nuestro hotel, el Sausalito Beach.

Casi a la hora del sunset, fuimos al muelle a pescar. Nos sucedió algo curioso: luego de un rato parecía que un pez por fin había mordido el anzuelo. Valeria tenía el hilo y nos pidió ayuda porque no podía con él. Comencé a jalar del hilo y sentía una fuerza que se movía al otro extremo. Ceci también me ayudaba, pero no podíamos con ella. Finalmente el hilo no resistió más y se rompió. Aunque no pescamos absultamente nada, tuvimos la oportunidad de compartir una experiencia que nos dejó a todos un tanto asombrados y sobre la cual pudimos conversar y reirnos por un buen rato.

Ya casi era de noche así que nos fuimos a dar una vuelta, o varias vueltas en este caso, a la Avenida Piura, en el pueblo. En plena calle, a lo largo de tres cuadras, habían puestos donde se vendían souvenirs, cerámica y todo tipo de adornos artesanales. Como a las 8:30 PM nos dio hambre. Milagros y Gabriel Angulo nos habían recomendado la pizzería "Chan Chan". Felizmente la ubicamos. Por fuera podía pasar desapercibida, pero por dentro el lugar era de lo más acogedor. La decoración rústica y la iluminación ténue le dieron la ambientación ideal a nuestra última cena en Máncora.

Al día siguiente, martes, por la mañana alistamos maletas, mientras los chicos disfrutaban por última vez de la piscina del hotel. Más tarde, aproveché para repasar con Valeria sumas y restas (en unos días comenzaría su segundo grado de primaria); mientras Ceci le leía Bichitos Curiosos a José Manuel. Más tarde nos despedimos de la comida piurana en el restaurante "La Espada" (no podíamos dejar de probar la langosta). A las 5 PM ya estábamos abordando el bus de regreso a casa, a nuestra lejana Magdalena del Mar. Con algo de tristeza porque se acababan nuestras vacaciones, llevábamos en el corazón los buenos momentos que habíamos pasado juntos. Desde el bus se podía apreciar la puesta de sol. Ese mismo sol que nos recibiera seis dias atrás, pero que esta vez nos despedía con una tonalidad naranja cargada de nostalgia.


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