¿Quién le teme a Damien Thorn? (2.ª ed.)

6 de junio, 6 a. m. Un vehículo avanza a toda velocidad por las aún oscuras calles de Roma. A bordo va el diplomático norteamericano Robert Thorn, rumbo al Hospital Capuchino, hacia la mujer que ama… y hacia su impostergable —y apocalíptico— destino. Así comienza la película que más impacto tuvo en mi adolescencia: La profecía (Richard Donner, 1976).

Se trata de la primera entrega de una trilogía del cine de terror, producida por Twentieth Century Fox, basada en el guion de David Seltzer. Las películas se estrenaron en 1976, 1978 y 1984, respectivamente, y abordaban un tema inevitablemente adictivo para esa época: la venida del Anticristo. La profecía probablemente llegó al Perú a inicios de los ochenta —cuando yo aún estaba en primaria—; según recuerdo, la pasaron por el Canal 4… y la vi en blanco y negro.


¿Qué hace que La profecía sea tan genial?

He preparado un ranking descendente con seis elementos que, en mi humilde opinión, convierten a esta saga en una de mis favoritas del cine de todos los tiempos:

Puesto #6: Las siete dagas sagradas de Megido

Son lo único en la Tierra capaz de destruir al hijo de Satanás. En las películas no se menciona su origen con claridad, pero se sugiere que fueron forjadas en Megido, el lugar donde nació el cristianismo, cerca de Jerusalén. Es allí mismo donde el arqueólogo y exorcista Carl Bugenhagen se las entrega a Robert Thorn, para que —con ellas— mate a «su hijo», Damien.

Además del propio Anticristo, las siete dagas sagradas de Megido son el único elemento que aparece en las tres películas… siendo recién en la tercera donde logran cumplir su propósito.


Puesto #5: El cuervo maldito

Yo sabía que había animales malos, pero después de ver la secuela de La profecía (ya a colores), quedé medio traumado con los cuervos. En este filme, el rol de agente de Satanás —antes ocupado por un perro Rottweiler— pasa a manos, o mejor dicho, a garras, de este cuervo negro.

Y si bien un animal jamás podría ser considerado por la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas, el cuervo maldito de La profecía II bien merecería un Oscar por la escena en la que ataca a la periodista Joan Hart, le arranca los ojos y la deja a merced de un camión en plena carretera.


Puesto #4: El poema apócrifo que anuncia la profecía

Cuando los judíos regresen a Sión,

un cometa surque el cielo

y el Sacro Imperio Romano renazca,

entonces tú y yo moriremos.
Del mar eterno surgirá

aquel que creará poderosos ejércitos,

y volverá al hombre contra su hermano,

hasta que ya no exista más.

Este es el poema que anuncia las señales de la venida del Anticristo. Se dice que proviene del Libro de las Revelaciones, pero en realidad no forma parte del Apocalipsis —yo mismo me pasé varios días hojeando sus páginas, buscando el dichoso poema sin éxito—: fue escrito especialmente para la película.


Puesto #3: Las muertes más alucinantes del cine (del siglo XX)

Aunque La profecía no se considera, en sentido estricto, una saga gore, logra ofrecernos algunas de las muertes más impactantes del cine de terror. Ahorcados, atravesados por la aguja de una iglesia, arrojados por la ventana, decapitados por paneles de vidrio, baleados, arrollados por camiones, aplastados entre vagones de tren, partidos en dos por un cable de alta tensión, acuchillados, asfixiados, incinerados… etc., etc., etc.


Puesto #2: El muro de Yigael

Es uno de los elementos centrales de La profecía II. Según se cuenta en la película, en el siglo XIII el propio Satanás se le aparece a un monje exorcista llamado Yigael, quien pierde la razón y se retira a pintar lo que ha visto: imágenes del Anticristo «desde el nacimiento hasta la caída». Así nace el llamado muro de Yigael.

El asunto es que, en ese mural, aparece el rostro de Damien, tanto de niño como de adolescente. Y todo aquel que llega a verlo —y a identificarlo como el hijo de Satanás— termina muerto de una manera, digamos, «alucinante» (ver puesto #3).


Puesto #1: Ave Satani, el tema nominado al Oscar

Coincido con la mayoría de críticos en que La profecía no sería la misma —ni tendría el mismo impacto en nuestros sentidos— sin la inquietante banda sonora de Jerry Goldsmith, que le valió un Óscar en 1977. Ese año, el tema central de la película, Ave Satani, fue nominado en la categoría de Mejor Canción Original.

La combinación de coros —agudos y graves—, instrumentos de cuerda y viento, y esas ininteligibles frases en latín, va generando en nuestro interior una sensación creciente de temor, asfixia, desesperación… horror. En mi caso, no hay forma de escuchar ese tema estando solo en la oscuridad: simplemente, no puedo.

La letra en latín dice:

Sanguis minimus / Corpus animus

Sanguis minimus / Corpus animus

Sanguis minimus / Corpus animus

Rotted corpus Satani, ave

Sanguis minimus / Corpus animus

Rotted corpus Satani, ave

Ave versus Jesus Cristus

Ave versus Jesus Cristus

Ave versus Jesus Cristus

Sanguis minimus / Corpus animus

Rotted corpus Satani

Satani, Satani, Satani, Satani

Y su traducción, aproximada, al español sería:

Sangre que bebemos / Carne que comemos

Sangre que bebemos / Carne que comemos

Cuerpo podrido de Satanás, salve

Salve, Anticristo

Salve, Anticristo

Sangre que bebemos / Carne que comemos

Cuerpo podrido de Satanás

Satanás, Satanás, Satanás, Satanás

Muchos consideran esta canción la obra maestra del genial Jerry Goldsmith, quien falleció en 2004. David Vega de Navacerrada le dedica una sentida reseña en su blog.


Por qué mi hermana jamás se olvidará de La profecía

Una vez, allá por los ochenta, iban a pasar nuevamente la «primera profecía» por la tele, y se me ocurrió jugarle una broma pesada a mi hermana. Por entonces compartíamos habitación en el tercer piso de la casa, donde teníamos un televisor en blanco y negro. Le dije que iban a dar una película para niños, así que se echó en la cama conmigo a esperar que comenzara.

Pero apenas apareció el título (The Omen) y sonaron las primeras notas de Ave Satani (ver puesto #1), mi hermana salió disparada de la cama. En tres pasos ya estaba en la escalera, y bajó gritando al segundo piso, donde estaban mis papás. Obviamente, a los pocos minutos, mi papá subió a regañarme.

Solo espero que, en algún momento de su vida, mi hermana haya visto La profecía de principio a fin. No me perdonaría haberle negado, por culpa de mi travesura, una de las mejores experiencias del cine de terror.


Epílogo: La profecía y el inicio de todo esto 

Hace un par de años, mi madre apareció —no sé de dónde— con un manuscrito mecanografiado, algo empolvado. Se trataba de una transcripción que yo mismo había hecho, probablemente a los doce o trece años, de La profecía. Apenas vi la tipografía en la carátula, sentí como si viajara en el tiempo por unos microsegundos. Recordé entonces esas tardes frente a la máquina de escribir de mi madre, tipeando lo que alcanzaba a reconstruir de la película que tanto me había impresionado.

Con La profecía, sentí por primera vez el impulso de contar una historia —en este caso, la historia ajena, pero que yo había hecho mía—. Hoy reconozco en ese episodio una señal temprana, un despertar: el origen de mi afición por la escritura.


Y entonces, ¿quién le teme a Damien Thorn?

La verdadera pregunta debería ser: ¿quién le teme al Anticristo? Tras las pioneras El bebé de Rosemary y La profecía, surgidas en los setenta, el cine nos ofreció distintas versiones de la venida del hijo de Satanás… hasta que, con el tiempo, el tema dejó de resultar novedoso o interesante desde lo cinematográfico.

Y, sin embargo, para quienes conocimos el terror a través de aquella historia concebida por David Seltzer, el nombre «Damien Thorn» jamás pasará desapercibido. Si nos dejamos llevar, ese nombre aún puede llevarnos de vuelta a nuestros miedos más básicos, más profundos, ante la posibilidad —¿remota?— de que esa profecía llegue algún día a cumplirse:


«Aquí hay sabiduría. El que tiene entendimiento, que calcule el número de la bestia, porque el número es el de un hombre, y su número es seiscientos sesenta y seis».


Apocalipsis 13:18



1.ª ed. 19 de junio de 2010: https://galileus.blogspot.com/2010/06/quien-le-teme-damien-thorn.html

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