"A nadie le apesta su mierda" —Mi profesor "El perro" Muñoz #FelizDiaDelMaestro

Es curiosa la clase de cosas que uno recuerda de sus profesores del colegio. En 1988, cuando hacía el segundo año de secundaria en La Salle, a los 13 años, tenía un profesor de Matemáticas, "el perro" Muñoz, quien utilizaba una frase bastante peculiar para llamarnos la atención cuando no cumplíamos con nuestros deberes escolares: "A nadie le apesta su mierda".

Para empezar, es importante aclarar que mi colegio, por aquella época, era solo de varones; por lo que no era extraño que algunos profesores usaran un lenguaje, digamos, un poco fuerte en el aula. Bueno, en realidad este uso del lenguaje soez por parte de los profesores es una de esas desviaciones de la práctica pedagógica actual, que hoy resultan inexplicables pero que en ese momento era simplemente la forma como funcionaban las cosas (al menos, en los colegios de hombres).
An Old Fashioned Boys School. Fotografía tomada en 1905

Volviendo a la peculiar frase del "perro" Muñoz, "A nadie le apesta su mierda", pues por aquel entonces, definitivamente, no la entendí. Tampoco sé si mis compañeros de promoción la entendieron. En lo que a mí respecta, no era muy bueno con las metáforas; más bien, trataba y trataba de interpretar la frase en un sentido literal, y terminaba (además de asqueado) confundido.

Con el venir del tercero y cuarto de secundaria, la frase fue relegándose en el interior de mi memoria; y ya fuera del colegio, simplemente era como si nunca hubiera sido pronunciada. Pasaron los años, hasta que un día, hace poco, de camino al trabajo, tuve un breve flashback escena retrospectiva en la que el viejo profesor de matemáticas me miraba fijamente y me lanzaba, con total monotonía, la citada frase.

En ese momento de mi vida, la frase cobró total sentido; la frase lo era todo; era sabiduría pura. Lo que el "perro" Muñoz quiso mostrarnos iba más allá de la pestilencia de la mediocridad, de la conformidad y de la indiferencia. "A nadie le apesta su mierda" fue una revelación que quizás muchos pasamos por alto, pero que nos exige cuestionarnos a nosotros mismos, mirar introspectivamente con ojo crítico —sin excusas ni vacilaciones—, ser mejores personas... siempre.

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