Cuando yo actúo diferente, los demás actúan diferente

Algo me decía, el pasado lunes, que tenía que ir a la sesión de Escuela para Padres del colegio de mi hija. Cuando llegué y me dieron el material de trabajo, entendí la razón: el tema era Manejo de conflictos. Y es que realmente, uno de los aspectos más complicados de manejar con los hijos adolescentes son las discusiones y peleas en las que a veces nos enfrascamos (y muchas veces nos perdemos). A mí me cuesta aceptar que mi hija (12) ya no es una niña; y que si no me adapto a lo que eso implica, cada vez será más difícil mantener el contacto y la llegada que tengo hoy con ella. Y sé que pronto estaré en el mismo dilema con mi hijo (8). Cuando salí del colegio, luego de la sesión, tres razones me hicieron sentir que esas dos horas habían sido una gran inversión de tiempo.


Primera razón: La escucha activa

Si el problema o situación conflictiva afecta al hijo adolescente (HA) —o lo afecta más que al padre—, la mejor técnica a utilizar es la llamada "escucha activa". Consiste en propiciar una conversación en la que el HA sea quien cuente al padre lo que está sucediendo y cómo le está afectando. Para ello, el padre por ningún motivo debe interrumpir o tratar de minimizar o subestimar el problema del HA, ni mucho menos proponer una solución —lo primero que hacemos los padres, con la mejor intención—. El padre se limita a escuchar con empatía honesta al HA (poniéndose en su lugar) y verificar que está entendiendo, utilizando gestos, la mirada y brevísimas frases que hagan notar al HA que está siendo comprendido —"Te sientes... porque..."—.

El objetivo de esta técnica no es resolver el problema, sino lograr conectarse con el HA para luego buscar juntos una solución. Yo la llamo "escuchar con el corazón".

Segunda razón: Los "mensajes-yo"

Por el contrario, si el problema o situación conflictiva afecta al padre —o lo afecta más que al hijo adolescente (HA)—, la mejor técnica sería un "mensaje-yo". En este caso, el padre manifiesta sus sentimientos (tristeza, frustración, enojo) ante la actitud o conducta del HA, comenzando a hablar en primera persona (yo) —nunca en segunda persona (tú)—, explicando el porqué se siente siente de esa manera; es decir, presentando su punto de vista —"Cuando tú..., me siento... porque..."—.

Esto hace que el HA —aun cuando no lo exteriorice— enfrente el hecho de que está provocando esos sentimientos de tristeza, frustración o enojo en su padre; lo cual ya es un disuasivo que logra mitigar cualquier ímpetu.

Estas dos técnicas son el inicio, la llave de la puerta del entendimiento y del verdadero diálogo —incluso son aplicables en otros ámbitos como con la pareja, los amigos o los compañeros de trabajo—. En la opinión de los expertos, utilizándolas de manera efectiva, se incrementa notablemente la probabilidad de resolver un conflicto de manera justa y amorosa tanto para los padres como para los hijos adolescentes. Los siguientes pasos en la resolución del conflicto, según los especialistas, serían:
  • Pensar juntos en las soluciones, reunir ideas.
  • Ayudar al hijo a elegir, examinando cada idea.
  • Ponerse de acuerdo en los detalles (ser muy concretos).
  • Revisar lo acordado, alentando los progresos y revisando las fallas.

Tercera razón: El primer caso documentado

La tercera razón por que la salí contento y motivado de la sesión fue que nos explicaron que probablemente el primer caso documentado del uso de un "mensaje-yo" se encuentra en la Biblia, en el evangelio según San Lucas (capítulo 2, versículos del 40 al 52):

Iba con sus padres todos los años a Jerusalén, para la fiesta de la Pascua. Cuando cumplió doce años, subieron ellos a Jerusalén conforme a la costumbre de la fiesta. Una vez acabados los días de la fiesta, mientras ellos volvían, el niño Jesús se quedó en Jerusalén; y sus padres no lo supieron. Suponiendo que él estaba en la caravana, fueron un día de camino y le buscaban entre los parientes y los conocidos. Como no le encontraron, volvieron a Jerusalén buscándole.

Aconteció que después de tres días, le encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándoles y haciéndoles preguntas. Todos los que le oían se asombraban de su entendimiento y de sus respuestas. Cuando le vieron, se maravillaron, y su madre le dijo:

—Hijo, ¿por qué has hecho así con nosotros? He aquí, tu padre y yo te buscábamos con angustia. (mensaje-yo)

Entonces él les dijo:

—¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los asuntos de mi Padre me es necesario estar?

Pero ellos no entendieron el dicho que les habló. Descendió con ellos y fue a Nazaret, y estaba sujeto a ellos. Y su madre guardaba todas estas cosas en su corazón. Y Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia para con Dios y los hombres.

Me quedé pensando en la riqueza de información que tenemos por descubrir (ver), incluso en las cosas más cotidianas y aparentemente elementales de la vida.

Los psicólogos y educadores británicos Michael y Terri Quinn, creadores del programa que estamos siguiendo en la Escuela para Padres —y autores del libro What can the parent of a teenager do?—, tienen una frase muy simple pero muy bonita, que nos repiten al terminar los videos en cada sesión. Para aquellos a quienes nos toca esa tarea maravillosa (aunque a veces, terriblemente frustrante) de ser papás o mamás de adolescentes, es una frase que talvez nos ayude a no morir en el intento: "Cuando yo actúo diferente, los demás actúan diferente".

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