El momento más feliz

—Cierren sus ojos y piensen en el momento más feliz de sus vidas: revívanlo—. Fue lo que nos pidió el coach a cargo del taller de bienvenida a mi nuevo trabajo.

Negación, escepticismo, algo de incomodidad. No sé pues... No soy ningún renegado, pesimista ni nada por el estilo; pero no me "cuadraba" el dejarme llevar por sentimientos tan íntimos rodeado de personas (aun) desconocidas —y a tan tempranas horas de la mañana—.

Luego de unos segundos, me dije a mí mismo "¿Y por qué no?", y dejé caer mis párpados: "A ver, momentos felices... pues muchos ¿no? Por ejemplo, mmm... a ver... es que son tantos que tendría que priorizarlos, clasificarlos, filtrarlos. Pero, ¿el más feliz? ¡Qué difícil!"

De pronto llegó a mí un recuerdo que no sé si sería el más feliz; para estar seguro tendría que ponderarlos en base a criterios como trascendencia existencial, perspectiva temporal, emoción del momento, etc.

2003. Cinemark de San Miguel

Estábamos sentados Valeria (4) y yo (28) en nuestras butacas, mirando la producción de Disney/Pixar, Buscando a Nemo. En la escena final, el protagonista —un pez payaso llamado Marlin— se despide de su pequeño hijo Nemo, quien vuelve al colegio después de que ambos han sobrevivido a la aventura de sus vidas.

El papá se queda observando por un momento a su hijo mientras se va con sus compañeritos. Se da la vuelta, ya para irse, y de pronto aparece nuevamente Nemo, quien había regresado solo para abrazar a su padre, y con los ojitos cerrados le dice: —Papá, te quiero. Sin que haya terminado la escena, y aun oyéndose la tierna melodía de Thomas Newman, Valeria me abrazó y sin importarle nada ni nadie, me miró a los ojos, y me regaló uno de los momentos más maravillosos que atesoro en mi corazón:

—Papi, te quiero.

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