Padre

A veces extraño esas charlas con el papá de la Ceci, allá por los "años maravillosos" —es entendible que poco a poco esas conversaciones hayan ido perdiéndose; lo que no deja de ser una pena, ya que llegué a estimar bastante a don Hugo—. Una de sus frases más recurrentes, recuerdo que era "en mi época no había escuela para padres"; mea culpa con la que intentaba explicarme lo complejo y a la vez crucial que resulta la tarea de ser padre.

Papá yo

Nacimiento de José Manuel en 2002
El primer llanto de mi segundo hijo (2002).
Tenía veinticuatro años cuando la Ceci me permitió ser padre por primera vez. Cuando la enfermera me trajo a Valeria, echadita en esa especie de bandeja de vidrio, caí en cuenta de que mi vida había cambiado y que jamás nada volvería a ser igual: sin importar qué esté haciendo o dónde me encuentre, quiéralo o no, yo era el papá de alguien. Casi tres años después, cuando presencié el alumbramiento de José Manuel, terminé de asumir la responsabilidad que implica el traer un hijo al mundo.

Dada mi temprana edad, solo me quedaba seguir el único modelo que había tenido: mi propio padre. Obviamente, sabía que algunos aspectos de ese "modelo" eran criticables y cuestionables —el abuelo José Manuel fallece cuando mi papá tiene diez años; su hermano mayor asume el rol de jefe del hogar, imponiendo un método autoritario y drástico—: mi padre era estricto, renegón e impulsivo; sin embargo, también podía ser el hombre más cariñoso, engreidor y querendón que hayas podido imaginar. Y hoy, terminando de escribir este párrafo, reconozco esas dos caras de su moneda en la mía propia.

La paternidad, ¿una profesión?

Afortunadamente, para los de mi generación, sí existen las "escuelas para padres". Es más, en muchos colegios —incluso en los centros de trabajo— se imparten este tipo de talleres o charlas, orientadas a enfocar de manera más eficaz ese ímpetu (o buena intención, al menos) de criar bien a los hijos; así como erradicar las formas inadecuadas, y hasta perjudiciales, de corregirles y castigarles. ¿Cuántos de nosotros alcanzaríamos a aprobar el examen de entrada?

Haciendo una analogía entre lo que conocemos como profesión y la paternidad, ¿no resulta obvia la necesidad de prepararse, de documentarse, de leer, de discutir, de compartir experiencias, de volverse un erudito en la "ocupación" más influyente de nuestra sociedad? Sería inimaginable, por ejemplo, que un médico, un abogado, un ingeniero, un gerente, un diseñador, un policía o un maestro ejerza su profesión sin haber llevado los estudios apropiados; y es más, sería impensable que los profesionales mencionados no se mantengan actualizados y al tanto de los nuevos avances en sus respectivas disciplinas.

Lamentablemente, la paternidad se desarrolla en un ámbito tan personal e íntimo —a diferencia de las profesiones—, que muchas veces nos sentimos renuentes a que nos digan qué hacer o qué estamos haciendo mal, a fin de cuentas, a exponernos a nuestros propios traumas de la niñez. Porque querrámoslo o no, tendemos a repetir los modelos aprendidos de nuestros padres.

El viejo doctor Dobson

Doctor James Dobson
¿Se les hace familiar la frase "Les habla el doctor Dobson, de Enfoque a la familia..."? Allá por los noventa, todas las mañanas se transmitía, a través de una conocida radio limeña, el mensaje del prestigioso predicador evangélico James Dobson; que tocaba situaciones y problemas relacionados con la familia, los hijos, la adolescencia, y que fungía de asesoría psicológica y consejería familiar (en masa).

Recuerdo que lo escuchaba de vez en cuando en el auto de mi padre, las veces que me iba con él a su trabajo. Y recuerdo también que le prestaba especial atención, a pesar de ser un adolescente todavía: sus reflexiones me parecían simples y profundas a la vez.

Hace poco encontré un audio de Enfoque a la familia en el blog de Jas Trujillo. Cuando lo escuché, al reconocer la voz serena y paternal del viejo doctor Dobson, por unos segundos me remonté a aquellos años noventa, y pensé cuán útil me resultaría tener a mano esos tips.

Mi primera "escuela para padres"

Debido a los problemas y obstáculos internos ya mencionados, por lo general subestimamos el valor real de las "escuelas para padres". Allá por el 2005, aun viviendo los "años maravillosos", el colegio nos convocó a la Ceci y a mí —con carácter de obligatorio— a nuestro primer taller. Mi reacción inicial fue de molestia, incomodidad por tener que reservar tres horas por semana durante casi dos meses para algo que "no necesitaba", que "no había pedido", y que seguramente sería una "pérdida de tiempo".

Bastaron los primeros treinta minutos de la sesión de apertura para darme cuenta de que estaba en ese taller por una razón, de que no era coincidencia, de que realmente necesitaba estar allí. Los temas que se trataron, las dinámicas de grupo con los otros padres de familia, los testimonios en vivo y en directo, realmente me abrieron los ojos frente a una triste realidad: ¡Qué lejos estaba yo de ser un buen padre! ¡Con qué poca preparación estaba enfrentando mi responsabilidad! Había llegado el momento del quiebre; tenía que trazar una línea divisoria en ese mismo lugar.

A pesar de haber participado posteriormente en otros talleres de ese tipo, hasta el momento de la redacción de este post, esa fue la mejor "escuela para padres" a la que haya asistido. Incluso conservo el material de texto que nos entregaron... Sería una pena no poder compartir tanta belleza, ¿cierto?

Los tips de Trahtemberg

La idea de este post nació hace algunas semanas. Tuve que asistir a una charla en el colegio de mi hija: "Valores y disciplina en el vínculo entre el hogar y la escuela". La verdad es que no tenía la menor intención de ir —el tema me parecía repetitivo y hasta aparentemente forzado—; pero después de la charla entregaban las libretas de notas, así que no me quedaba de otra.

Docto León TrahtembergLlegada la hora, la directora del colegio presentó al expositor, León Trahtemberg, no sin antes enumerar algunos de sus logros académicos, premios y reconocimientos en el campo de la educación. La cosa se ponía interesante.

La charla estaba planificada para una hora y media. Ya habían pasado dos horas, y todos los papás y mamás en el auditorio seguíamos maravillados, escuchando atentamente los tips que el doctor Trahtemberg nos iba dando —"criterios" mas no "recetas", como decía él — alrededor del tema de la crianza y los problemas que enfrentamos los padres (y los propios hijos) durante el proceso.

Talvez por la costumbre de hacer anotaciones en clase, aproveché la hojita que nos dieron al entrar al auditorio para escribir algunos de estos tips; y al finalizar la exposición, me quedé pensando: "Debería hacer un resumen de esta charla... No; debería escribir un post en el blog... No; mejor solo un correo con estos tips a mis amigos papás...". Y sin nada concreto en mente, me llevé la hojita a casa y la dejé sobre mi escritorio.

El proyecto iPadres

Dos semanas después de la charla de Trahtemberg, una compañera de trabajo publicó en su muro de Facebook: "por q no existe una escuela de Padres...", y luego comentó "la impotencia es q en el camino de kerer hacerles un bien cometemos errores y después vienen los problemas..., solo le pido a Dios que me llene de mucha paciencia, mucha madurez y sabiduria para educar y hacer bien las cosas...".

Me vi reflejado en aquel clamor. En ese momento surgió la idea de un nuevo proyecto: iPadres buscaría ser un lugar de encuentro en el ciberespacio, de discusión, de acompañamiento entre padres y hacia los padres, de catarsis terapéutica, de escucha, de compartir enseñanzas y experiencias; en suma, de aprender, de crecer, de ser mejores padres. La idea me entusiasmó tanto que en un fin de semana ya había comprado el nombre de dominio por un año (ipadres.pe), creado la cuenta en Twitter (@iPadres) y hasta la página en Facebook. ¡La aventura ya había comenzado!

Estoy convencido de que los niños y adolescentes de hoy en día necesitan más que nunca padres responsables en lugar de simplemente "buenos padres": la dosis justa de afecto y de firmeza. ¿Acaso una proporción fácil de lograr? ¡Para nada! Recuerdo varias discusiones, incluso hasta lacerantes, entre mi padre y yo, durante la adolescencia; de esas que comienzan a comprenderse recién cuando el hijo se vuelve padre... y tan cierto como que el mundo da vueltas, el carácter de mis hijos ya me va anunciando nuestros propios enfrentamientos; tan tristes pero necesarios para formar su personalidad.

En uno de sus libros, el viejo doctor Dobson escribió: "A pesar de los momentos desalentadores, es mi firme convicción que tener y criar hijos vale la pena todo lo que nos cuesta. Junto a las dificultades vienen los gozos más grandes y las recompensas que la vida tiene que ofrecer".

Y por cierto, ¡feliz día, papá!

Mi padre y yo en 1975
Mi padre y yo en la azotea de nuestra casa (1975).

Comentarios

Jose Niada dijo…
Excelente!!! Cuenta conmigo en lo que quieras...
Yanina. dijo…
Muy buena reflexión hermanito! Ser padres hoy es una gran aventura. Se requiere tenacidad y dulzura a la misma vez y tú eres un modelo a seguir! Que la fuerza te acompañe(Darth Vader)!!!!! :) Feliz Día!!!!!! Te quiero mucho.
Gloria dijo…
Lindo mensaje
Mamá Gloria dijo…
Cierto que en nuestra época no había Escuela para Padres, pero nosotros tratábamos de ser lo mejor, espero que hayamos logrado un poquito ser Buenos Padres, lo seguiremos intentando hasta siempre. Mamá Gloria.

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