24 de noviembre: 10 años atrás
Ciudad de México D.F.
Sábado, 23 de noviembre de 1996
22:10 h

23:30 h
La euforia era total. El rodeo mexicano es considerado, por muchos, como el deporte nacional. El espectáculo, totalmente nuevo para mí, consistía en que avesados vaqueros debían resistir montados sobre caballos salvajes durante unos segundos —y si era posible, minutos—, y de esa manera, el que más aguantaba, ganaba el torneo. "El Rancho" era una especie de coliseo. El público, de pie, alentaba a sus favoritos; de fondo reventaban los parlantes con música ranchera mexicana; la luz de los reflectores alumbraban la actividad en la arena; y por supuesto, la cerveza circulaba y nutría refrescante el ánimo de la multitud.
23:55 h
A pesar de que les había contado, dos días atrás, a Nina y a Luis Felipe, que mi cumpleaños era el 24, en ese momento, lo habían olvidado; y por alguna ridícula razón, no quise recordárselos. Por momentos, miraba mi reloj, y entonces mi pensamiento viajaba miles de kilómetros hacia el sur, y me preguntaba si alguien estaría pensando en mí. Era la primera vez que pasaría un cumpleaños lejos de mis seres queridos. Gracias a Ygor Aguilar de Microsoft Perú y a Patricia Palao, mi jefa en el Centro de Servicio al Cliente, tuve la oportunidad de viajar al entrenamiento que hacía Microsoft para Latinoamerica de su nuevo Office 97, en la ciudad más poblada del mundo.
Domingo, 24 de noviembre de 1996
00:00 hCuando en mi reloj dieron las doce, me dije a mí mismo, con una sonrisa: "¡Feliz cumpleaños, Pepe!" y "sequé" mi vaso de cerveza. En ese instante, pensé en mi familia, quienes ese año no me despertarían con "Las Mañanitas", según la tradición impuesta por la abuelita Quecha; en la Ceci, a quien extrañaba terriblemente; y por un momento, me sentí mal. A los pocos minutos, los muchachos, que debieron haberme visto un poco raro, me preguntaron qué pasaba, y les dije que acababa de cumplir 22 años. Pasaron la voz a todos los que estaban cerca y me abrazaron y felicitaron con mucho entusiasmo, logrando así despejar mi nostalgia onomástica. No recuerdo los detalles, pero sí tengo la sensación de que me divertí mucho esa noche.
En aquel viaje a la capital azteca, tuve la suerte de conocer gente muy buena y muy alegre. Gente con la que lamentablemente perdí todo contacto. Al pensar en ellos, me pregunto qué habrá sido de sus vidas; y en verdad, deseo que les esté yendo super bien y que sean muy felices.
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