La Salle, 15 años después

11 de la noche. Mientras regresaba para mi casa, iba haciendo un recuento de los momentos vividos durante ese día —casi 14 horas dentro de las instalaciones de mi colegio "La Salle"—; en realidad, lo que quería era grabar en lo más profundo de mi memoria cada detalle de la jornada de reencuentro con mi vida de 15 años atrás.


La capilla del colegio esperaba a todos los exalumnos a las 9 a. m. para la celebración de la Misa, como todos los 30 de agosto. Al ingresar, me hinqué haciendo la señal de la cruz, de la forma como me lo enseñaron desde pequeño, sobre ese mismo suelo. Valeria y José Manuel me secundaron. También me acompañaba la Ceci y, por supuesto, mis padres, quienes en 1980 confiaron a los Hermanos de las Escuelas Cristianas la educación de su primogénito. Durante la homilía, Monseñor Hugo Garaycoa (también exalumno) comentó una frase de Juan Pablo II que me impresionó, acerca de la santidad a la que estamos llamados: haciendo las cosas simples, de la manera más extraordinaria. Gracias a Rafo Natividad, tuve la oportunidad de leer una de las peticiones. De pie, en el púlpito, ante exalumnos de diversas promociones y sus familias, recordé por unos microsegundos estar en el mismo sitio, hace 15 años, en la Misa de Graduación, junto con Toño Oga cantando el "Gracias a la vida" de Violeta Parra.

El salón Pio XII albergó a los exalumnos de las diferentes promociones, de las cuales cinco eran las principales: Bodas de Oro (50 años), de Plata (25 años), de Porcelana (20 años), de Cristal (15 años) y de Lata (10 años). Nuestro querido profesor "Pocho" (Química y Biología) formaba parte de la promoción que cumplía sus Bodas de Oro. El mensaje de bienvenida del Presidente de la Congregación de los Hermanos de La Salle fue, contra todo mi pronóstico, preciso y real: "Recordar es volver al corazón".

Las palabras del Hermano Alberto "El Loco", a sus 90 años, tuvieron la fuerza de siempre; sin duda, el maestro más querido y aplaudido de los que haya podido conocer en mi vida. Nos recordó una frase del libertador José de San Martín: "Serás lo que debas ser, sino no serás nada".

Un video preparado por la Asociación de Antiguos Alumnos del Colegio La Salle de Lima, hizo humedecer los ojos a más de uno, en el que se mostraba una serie de fotografías del archivo del colegio. Finalmente, las paredes del salón se estremecieron con el "Salve mansión de paz y de inocencia, tú forjarás del niño el corazón... Salve La Salle, en tí hallará la ciencia, la gloria y la virtud...", entonado de pie por las casi 350 personas allí reunidas.
El aula del 4.° "A" fue asignado a nuestra promoción para la tradicional "clase del recuerdo". Sentados en nuestros pupitres, me puse a observar con nostalgia cada detalle del salón. Tres de nuestros antiguos profesores nos dieron más que una "clase del recuerdo" —diría yo, una "clase para recordar"—. El profesor Villegas (Lenguaje y Literatura) nos mostró su lado personal y su mensaje fue motivador: "no existe una razón para no poder pensar, no poder cambiar el rumbo o no poder aprender de la vida". El profesor Herrera (Historia y Religión) nos hizo reflexionar en la promesa del Señor de una vida feliz, si seguimos sus mandamientos. Y finalmente, el profesor Cotrina (Matemáticas y Física) —mi titular en el último año de estudios— fue el que me hizo regresar en el tiempo, iniciando su intervención con una oración y con el rutinario pero significativo: "Viva Jesús en nuestros corazones..." a lo que todos respondíamos: "por siempre".

La mayoría de mis compañeros de promoción se quedaron para el almuerzo y luego, por supuesto, las cajas de cerveza no se hicieron esperar. Escribíamos en cada caja que apilábamos, el nombre de quien "la ponía". Algunos compañeros llegaban durante la tarde, otros se iban, mientras un grupo de música criolla amenizaba la jornada, y casi al final se presentó en el estrado Jorge Pardo, con quien alguna vez toqué en una Misa en el colegio. Unos de mis compañeros, en un momento de la tarde, me hizo reflexionar sobre la esencia de la amistad con tus compañeros de colegio, comparada con cualquier otro tipo de amistad (como la de los compañeros de estudios superiores o del trabajo).
Alrededor de las 6 de la tarde, embriagado por la nostalgia y abstraído de mi mundo actual, dentro de las paredes de La Salle, sentí la necesidad de escuchar una voz del pasado, así que llamé por el celular a mi hermana, Yanina. En Peruggia (Italia) eran las 2 de la madrugada, aun así pudimos conversar un rato, "ponernos al día". Otro tipo de nostalgia me invadió cerca de las 8 p. m., pero esa prefiero reservármela.

A medida que pasaban las horas, el grupo de la promoción LIX del año 1991, se iba reduciendo. La jornada llegaba a su fin —en contra de mi voluntad, ya que no quería ésta termine—. Dicen que la niñez es la etapa más feliz de tu vida. Para mí, gran parte de esa felicidad se la debo al Colegio La Salle: a Sor Juana, quien me recibió a la edad de 7 años; a mis maestros de la primaria y secundaria; y a esos otros niños con los que jugué, crecí, reí, lloré, y juntos a quienes aprendí el significado de la verdadera amistad.

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