Oxapampa Tour 2006
Cerca de las 11 p. m. ya se sentía la ansiedad por subirnos al auto y tomar la Carretera Central con rumbo hacia la selva. Nuestro destino se encontraba a 396 km al Este. Café y Vortex para este conductor, la Ceci y los chicos a bordo; y luego de manejar durante la madrugada del Jueves Santo, el amanecer nos recibía pocos kilómetros antes de Tarma, la "Perla de los Andes".
Cuando llegamos a la Plaza de Armas de la ciudad (3,053 m.s.n.m.), estacioné el auto al frente de la comisaría para apreciar la intensa luz con la que ese sol serrano bañaba los muros de la Iglesia Catedral "Santa Ana". Luego de un breve descanso, nos disponíamos a dejar la sierra central, con rumbo hacia la selva. En Lima, ya nos habían advertido respecto de la crecida del río Yanango, en el distrito de San Ramón, que había destruido 200 metros de la plataforma de la carretera. Cuando llegamos al lugar del desastre (9 a. m.), ya la maquinaria de Pro Vía había habilitado el pase, pero había que cruzar 20 metros de río, por sobre piedras, y a través de poco menos de 80 cm de agua. Llenos de valor y encomendados a todos los santos, pisé el acelerador en primera y sin detenernos llegamos al otro lado. Habíamos logrado cruzar la "Puerta de Oro de la Selva Central".
Luego de una hora, llegamos al final de la carretera asfaltada: ya estábamos en La Merced (800 m.s.n.m.), donde ya se sentía el "buen calor" típico de la zona. Desde ese punto conoceríamos lo que es una carretera afirmada o simplemente "trocha". Desayunamos a las 11 a. m. en un poblado llamado Puente Paucartambo, que justamente se encuentra al lado de un puente homónimo. Para llegar a Oxapampa, desde allí, existen dos posibles caminos: el corto y el largo. El nuestro era el largo, ya que queríamos hacer una breve escala. Luego de una hora y media de maltratada trocha, y luego de cruzar el límite departamental entre Junín y Pasco, llegamos a la tierra rica en madera y en café: ya estábamos en Villa Rica (1,470 m.s.n.m.). No pretendíamos quedarnos mucho tiempo allí, ya que debíamos estar en Oxapampa antes del ocaso. Así que fuimos a relajarnos un poco a la Laguna El Oconal. Se trata de una hermosa pampa húmeda cubierta de vegetación —recurso ecológico de la zona— ubicada a tan solo 15 minutos de la Plaza de Armas de la ciudad. Allí paseamos en bote, los niños incluso remaron, luego almorzamos trucha frita con papas y plátano sancochado, éste último componente muy propio de la zona.
Cerca de las 5 p. m. emprendimos el rumbo hacia Oxapampa. Las curvas del camino y el mal estado de la trocha hicieron de esas dos horas interminables. El sol se despidió de nosotros en el punto más alto de la travesía, entre montañas y exuberante vegetación cubierta de neblinas.
Por un momento la oscuridad y la falta de señalización me hicieron temer que estuviéramos perdidos, y fue cuando divisamos a lo lejos las primeras luces y luego de unos minutos ya estábamos frente al "Bienvenidos a Oxampampa" en plena Selva Alta, en el corazón del llamado Bosque Húmedo Tropical (1,814 m.s.n.m.).
Los Párrago Navarro nos recibieron en el hospedaje Las Orquideas, como si fuésemos familia. Por la noche, probamos la maravillosa carne del Italo (y de paso el dulce Strudel de Plátanos), para luego caminar por la Plaza de Armas bajo el cielo estrellado, que hacía lucir portentosa a la Iglesia "Santa Rosa", en vigilia por Jueves Santo.
Viernes
Luego de un desayuno oxapampino, consistente en leche de vaca, mantequilla y queso del lugar, mermeladas y pan hecho en casa, contratamos un recorrido turístico por la planta lechera Floral, la Tunqui Cueva, el distrito de Chontabamba, el Guarapo y el Rancho Ruffner. Por la tarde, visitamos la Catarata del Río Tigre, con sus tres imponentes caídas de agua de 50 metros de altura, que parecen rugir desde adentro de las rocas, internada en medio de la tupida vegetación.
Ya de regreso a la ciudad, por la noche, y como era costumbre familiar, decidimos probar un chifa local. Paseamos un rato por la Plaza de Armas, y pude apreciar el ágora racial del que había leído: una singular composición de rostros descendientes de los colonos austro alemanes, de nativos y mestizos. Me causó curiosidad ver adolescentes vestidas con trajes típicos europeos, caminando y conversando de lo más natural con otras vestidas con ropa moderna.
Luego de una noche lluviosa, por la mañana, salimos de OXA con rumbo noroeste: hacia Pozuzo. A pocos minutos de húmeda trocha, el tubo de escape y el silenciador del auto se desprendieron y quedaron atascados. Gracias a Dios que solo a dos cuadras vivía un muchacho que conocía bastante de autos y algo de mecánica. Con ayuda de un amigo suyo lograron retirar todo el tubo y el silenciador de forma que pudiéramos llevarlos con un soldador.
Como a las 3 p. m., el mecánico terminó con el auto y pudimos retomar nuestro camino. Nos esperaban 81 km de un camino serpenteante y riesgoso a través de la frondosa vegetación de la selva. La peor trocha que haya conocido hasta ese momento, sin embargo el paisaje natural más impresionante. Con el río Huancabamba a nuestra izquierda, durante casi 3 horas de difícil recorrido, llegamos al imponente arco que nos daba la bienvenida a la ciudad de Pozuzo (854 m.s.n.m.).
Luego de algunos inconvenientes con la reserva hecha en Lima, el Sr. Mikala nos alojó en el hospedaje Maldonado. Esa noche cenamos cecina, carne apanada, plátano frito y jugo de naranjito (la carta mostraba los nombres de los platos también en alemán). Luego, caminamos hacia la Iglesia "Sagrado Corazón de Jesús" y nos unimos a la celebración de la víspera de la Pascua de Resurrección. Parecía que todo el pueblo estaba allí. El templo estaba totalmente lleno, y entendí por qué las calles estaban vacías. Más que en ninguna otra ciudad de la zona, la presencia de los descendientes de los colonos europeos se hacía notar, más del 80% de la gente era de piel blanca y cabello rubio.
Un poco de historia
A mediados del siglo XIX, el presidente Ramón Castilla promulgó la Ley de Inmigración, con la finalidad de fomentar la introducción de colonos extranjeros para el desarrollo agrícola. Esta zona de la selva central fue la tierra prometida para los austro-alemanes que huyeron de la miseria y el hambre que azotaba sus países, para establecerse en esta región que prometía abundancia y bienestar. En 1857 zarpó el velero “Norton” del puerto de Amberes, Bélgica. Eran 300 personas procedentes del Tirol y Prusia (Alemania) que se dirigían al puerto de Huacho, en Lima. El viaje fue largo y fatigoso. La tripulación no encontró reposo en ningún momento, pues apenas atracaron en el puerto fueron sometidos a cuarentena, iniciándose así su estadía en el país. La ayuda prometida por el gobierno de aquel entonces fue muy escasa, pronto iniciaron toda una aventura para llegar al lugar que les prometieron colonizar: Pozuzo. Anduvieron dos años caminando y cruzando los más agrestes parajes. Muchos no soportaron la travesía. De 300, sólo llegaron 174. El resto padeció de hambre y enfermedades propias de la zona. Así, en el año 1859, llegó el primer grupo de colonos a la zona del Pozuzo, dando luego origen a la colonia Oxapampa (1891) y Villa Rica (1925). El punto más lejano de nuestro recorrido fue en realidad el primero en la colonización de la selva central.
Al día siguiente, muy temprano, salimos a desayunar y luego visitamos la Plaza de Armas. Iniciamos el viaje de retorno primero hacia OXA. A partir de ahí, habíamos planeado regresar a Lima por una ruta alterna con el fin de conocer un poco más y para evitar el pase en la quebrada de Yanango. La ruta sería Yaupi, Carhuamayo, Paucartambo, Junin, La Oroya y Lima. Los primeros en advertirnos sobre el riesgo de dicha ruta fueron los Párrago Navarro, de quienes habíamos querido despedirnos antes de dejar Oxapampa. Ya en las afueras de la ciudad, un conductor también nos advirtió acerca de lo inhóspita y peligrosa de la carretera que pensábamos tomar. Y la última "señal" fue cuando el auto comenzó a botar humo cuando ya estábamos subiendo el cerro que nos llevaría hacia Yaupi. Definitivamente, Dios nos estaba "hablando" y nosotros no habíamos querido escuchar.
Regresamos a buscar un mecánico y encontró que el problema era el fusible que activaba el ventilador, el cual había volado. Incluso el electricista que nos auxilió con el problema nos recomendó no tomar la ruta que pensábamos. Finalmente, entonces, desistimos de la aventura y optamos por la ruta mala pero conocida. Nos despedimos de Oxapampa cerca de las 5 p. m.
A las 8 p. m. estabamos cruzando el Puente Paucartambo, y luego de cenar en La Merced, nos dirigimos hacia la quebrada de Yanango. Nos informaron, en el camino, que el pase había estado cerrado todo el día sábado por el crecimiento del caudal del río, y que para pasar se tenía que hacer cola, y que solo algunos autos chicos lograban cruzar jalados por camiones. Cuando llegamos al lugar (11 p. m.), nos ubicamos detrás de un ómnibus, y cuando llegó nuestro turno de cruzar, simplemente pisé primera y me metí al río. La profundidad era de más de 1 metro y el tramo era un poco mayor. Por un momento, el auto quiso atascarse entre las piedras, pero logré sacarlo y llegamos al otro lado, para el asombro de todos los que estaban a la espera de su turno.
Nos detuvimos un momento para revisar el auto y viendo que todo estaba en orden, retomamos el camino de regreso a casa. Esa noche, como a las 3 a. m., pasamos por Ticlio (4,818 m.s.n.m.); la luna y las estrellas alumbraban las montañas totalmente blancas por el hielo que se había formado, regalándonos una vista espectacular, como despedida de un viaje lleno de aventura, naturaleza y descubrimiento de nuestra tierra.
Cuando llegamos a la Plaza de Armas de la ciudad (3,053 m.s.n.m.), estacioné el auto al frente de la comisaría para apreciar la intensa luz con la que ese sol serrano bañaba los muros de la Iglesia Catedral "Santa Ana". Luego de un breve descanso, nos disponíamos a dejar la sierra central, con rumbo hacia la selva. En Lima, ya nos habían advertido respecto de la crecida del río Yanango, en el distrito de San Ramón, que había destruido 200 metros de la plataforma de la carretera. Cuando llegamos al lugar del desastre (9 a. m.), ya la maquinaria de Pro Vía había habilitado el pase, pero había que cruzar 20 metros de río, por sobre piedras, y a través de poco menos de 80 cm de agua. Llenos de valor y encomendados a todos los santos, pisé el acelerador en primera y sin detenernos llegamos al otro lado. Habíamos logrado cruzar la "Puerta de Oro de la Selva Central".
Luego de una hora, llegamos al final de la carretera asfaltada: ya estábamos en La Merced (800 m.s.n.m.), donde ya se sentía el "buen calor" típico de la zona. Desde ese punto conoceríamos lo que es una carretera afirmada o simplemente "trocha". Desayunamos a las 11 a. m. en un poblado llamado Puente Paucartambo, que justamente se encuentra al lado de un puente homónimo. Para llegar a Oxapampa, desde allí, existen dos posibles caminos: el corto y el largo. El nuestro era el largo, ya que queríamos hacer una breve escala. Luego de una hora y media de maltratada trocha, y luego de cruzar el límite departamental entre Junín y Pasco, llegamos a la tierra rica en madera y en café: ya estábamos en Villa Rica (1,470 m.s.n.m.). No pretendíamos quedarnos mucho tiempo allí, ya que debíamos estar en Oxapampa antes del ocaso. Así que fuimos a relajarnos un poco a la Laguna El Oconal. Se trata de una hermosa pampa húmeda cubierta de vegetación —recurso ecológico de la zona— ubicada a tan solo 15 minutos de la Plaza de Armas de la ciudad. Allí paseamos en bote, los niños incluso remaron, luego almorzamos trucha frita con papas y plátano sancochado, éste último componente muy propio de la zona.
Por un momento la oscuridad y la falta de señalización me hicieron temer que estuviéramos perdidos, y fue cuando divisamos a lo lejos las primeras luces y luego de unos minutos ya estábamos frente al "Bienvenidos a Oxampampa" en plena Selva Alta, en el corazón del llamado Bosque Húmedo Tropical (1,814 m.s.n.m.).
Los Párrago Navarro nos recibieron en el hospedaje Las Orquideas, como si fuésemos familia. Por la noche, probamos la maravillosa carne del Italo (y de paso el dulce Strudel de Plátanos), para luego caminar por la Plaza de Armas bajo el cielo estrellado, que hacía lucir portentosa a la Iglesia "Santa Rosa", en vigilia por Jueves Santo.
Viernes
Luego de un desayuno oxapampino, consistente en leche de vaca, mantequilla y queso del lugar, mermeladas y pan hecho en casa, contratamos un recorrido turístico por la planta lechera Floral, la Tunqui Cueva, el distrito de Chontabamba, el Guarapo y el Rancho Ruffner. Por la tarde, visitamos la Catarata del Río Tigre, con sus tres imponentes caídas de agua de 50 metros de altura, que parecen rugir desde adentro de las rocas, internada en medio de la tupida vegetación.
Luego de una noche lluviosa, por la mañana, salimos de OXA con rumbo noroeste: hacia Pozuzo. A pocos minutos de húmeda trocha, el tubo de escape y el silenciador del auto se desprendieron y quedaron atascados. Gracias a Dios que solo a dos cuadras vivía un muchacho que conocía bastante de autos y algo de mecánica. Con ayuda de un amigo suyo lograron retirar todo el tubo y el silenciador de forma que pudiéramos llevarlos con un soldador.
Como a las 3 p. m., el mecánico terminó con el auto y pudimos retomar nuestro camino. Nos esperaban 81 km de un camino serpenteante y riesgoso a través de la frondosa vegetación de la selva. La peor trocha que haya conocido hasta ese momento, sin embargo el paisaje natural más impresionante. Con el río Huancabamba a nuestra izquierda, durante casi 3 horas de difícil recorrido, llegamos al imponente arco que nos daba la bienvenida a la ciudad de Pozuzo (854 m.s.n.m.).
Luego de algunos inconvenientes con la reserva hecha en Lima, el Sr. Mikala nos alojó en el hospedaje Maldonado. Esa noche cenamos cecina, carne apanada, plátano frito y jugo de naranjito (la carta mostraba los nombres de los platos también en alemán). Luego, caminamos hacia la Iglesia "Sagrado Corazón de Jesús" y nos unimos a la celebración de la víspera de la Pascua de Resurrección. Parecía que todo el pueblo estaba allí. El templo estaba totalmente lleno, y entendí por qué las calles estaban vacías. Más que en ninguna otra ciudad de la zona, la presencia de los descendientes de los colonos europeos se hacía notar, más del 80% de la gente era de piel blanca y cabello rubio.
Un poco de historia
A mediados del siglo XIX, el presidente Ramón Castilla promulgó la Ley de Inmigración, con la finalidad de fomentar la introducción de colonos extranjeros para el desarrollo agrícola. Esta zona de la selva central fue la tierra prometida para los austro-alemanes que huyeron de la miseria y el hambre que azotaba sus países, para establecerse en esta región que prometía abundancia y bienestar. En 1857 zarpó el velero “Norton” del puerto de Amberes, Bélgica. Eran 300 personas procedentes del Tirol y Prusia (Alemania) que se dirigían al puerto de Huacho, en Lima. El viaje fue largo y fatigoso. La tripulación no encontró reposo en ningún momento, pues apenas atracaron en el puerto fueron sometidos a cuarentena, iniciándose así su estadía en el país. La ayuda prometida por el gobierno de aquel entonces fue muy escasa, pronto iniciaron toda una aventura para llegar al lugar que les prometieron colonizar: Pozuzo. Anduvieron dos años caminando y cruzando los más agrestes parajes. Muchos no soportaron la travesía. De 300, sólo llegaron 174. El resto padeció de hambre y enfermedades propias de la zona. Así, en el año 1859, llegó el primer grupo de colonos a la zona del Pozuzo, dando luego origen a la colonia Oxapampa (1891) y Villa Rica (1925). El punto más lejano de nuestro recorrido fue en realidad el primero en la colonización de la selva central.
Al día siguiente, muy temprano, salimos a desayunar y luego visitamos la Plaza de Armas. Iniciamos el viaje de retorno primero hacia OXA. A partir de ahí, habíamos planeado regresar a Lima por una ruta alterna con el fin de conocer un poco más y para evitar el pase en la quebrada de Yanango. La ruta sería Yaupi, Carhuamayo, Paucartambo, Junin, La Oroya y Lima. Los primeros en advertirnos sobre el riesgo de dicha ruta fueron los Párrago Navarro, de quienes habíamos querido despedirnos antes de dejar Oxapampa. Ya en las afueras de la ciudad, un conductor también nos advirtió acerca de lo inhóspita y peligrosa de la carretera que pensábamos tomar. Y la última "señal" fue cuando el auto comenzó a botar humo cuando ya estábamos subiendo el cerro que nos llevaría hacia Yaupi. Definitivamente, Dios nos estaba "hablando" y nosotros no habíamos querido escuchar.
Regresamos a buscar un mecánico y encontró que el problema era el fusible que activaba el ventilador, el cual había volado. Incluso el electricista que nos auxilió con el problema nos recomendó no tomar la ruta que pensábamos. Finalmente, entonces, desistimos de la aventura y optamos por la ruta mala pero conocida. Nos despedimos de Oxapampa cerca de las 5 p. m.
A las 8 p. m. estabamos cruzando el Puente Paucartambo, y luego de cenar en La Merced, nos dirigimos hacia la quebrada de Yanango. Nos informaron, en el camino, que el pase había estado cerrado todo el día sábado por el crecimiento del caudal del río, y que para pasar se tenía que hacer cola, y que solo algunos autos chicos lograban cruzar jalados por camiones. Cuando llegamos al lugar (11 p. m.), nos ubicamos detrás de un ómnibus, y cuando llegó nuestro turno de cruzar, simplemente pisé primera y me metí al río. La profundidad era de más de 1 metro y el tramo era un poco mayor. Por un momento, el auto quiso atascarse entre las piedras, pero logré sacarlo y llegamos al otro lado, para el asombro de todos los que estaban a la espera de su turno.
Nos detuvimos un momento para revisar el auto y viendo que todo estaba en orden, retomamos el camino de regreso a casa. Esa noche, como a las 3 a. m., pasamos por Ticlio (4,818 m.s.n.m.); la luna y las estrellas alumbraban las montañas totalmente blancas por el hielo que se había formado, regalándonos una vista espectacular, como despedida de un viaje lleno de aventura, naturaleza y descubrimiento de nuestra tierra.
Comentarios
Me pareció una excelente crónica, animada y de fácil lectura.
Saludos,
Mariana
Gracias.