Candor interrumpido

Era el último día del año escolar, y habíamos quedado (Patricio y yo) en que saliendo del colegio iríamos a su casa a jugar Atari un rato. No éramos tan “patas”, pero me caía bien, lo que era bastante común entre aquellos que veníamos juntos desde el primer grado; la verdad es que la posibilidad de siquiera ver de cerca la nueva videoconsola Atari ST valía el ajetreo. Siendo casi las dos de la tarde, tocaron el timbre de salida; con el estridente sonido se acababa la primaria, y una precoz sensación de nostalgia e incertidumbre me retuvo en el pupitre por unos cuantos segundos. —¡Ya vámonos, oye! —exclamó Patricio, quien ya tenía la mochila en la espalda. Cogí la mía, me despedí de los amigos más cercanos, y salimos a buscar su movilidad, que nos llevaría hasta el distrito de La Molina. Todos sabíamos que el papá de Patricio tenía un importante puesto en una importante empresa, y a él le gustaba alardear de eso; para mí nunca fue un problema, pero lo que me quedaba claro era que su...