El efecto "Vive"
Mientras el último acorde de la canción se desvanecía a nuestro alrededor, volteé a mirar a mi ahijada, de reojo; ella se sonrojó y se fue corriendo hacia el baño. Wilson y yo, sentados frente al piano, nos miramos extrañados, y ya cuando salió pudimos confirmar que la niña había estado llorando. Aunque no era la primera vez que alguien derramaba una lágrima con la canción del mexicano José María Napoleón —recuerdo que el tío Óscar Garay solía pedirme que se la cantara en las reuniones familiares—, me dejó sorprendido y luego preocupado el que, a sus diez años, la hija de Wilson se haya dejado llevar por la letra y la fuerza de la canción. Me quedé preguntándome... "¿por qué mi ahijada se conmovió tanto con 'Vive'?". Una nueva canción Hacia fines de los ochenta, mi mejor amigo había sido enviado a descubrir una supuesta vocación sacerdotal en el colegio aspirantado salesiano —uno de esos vagos momentos de tristeza que recuerdo de la niñez—. En una de sus...