El testigo involuntario (2.ª ed.)

A mitad de una noche juerguera en Depeche Order, mientras regresaba del baño hacia mi grupo de amigos —luego de mojarme el cabello y acomodarme la cresta—, pasé por la barra y me sorprendió una cara conocida: el papá de una compañera de colegio de mi hija. Estaba solo, tomando un güisqui. Decidí acercarme a saludar. A él también le sorprendió la coincidencia —gratamente, por cierto, quizá por los efectos del alcohol—. Me contó que venía de una reunión del trabajo, y que como todavía era temprano —tres de la mañana—, decidió pasar por un trago y relajarse un poco, mirando cómo se divertía la gente. Mientras hablaba, mi memoria proyectaba imágenes suyas, de su bella esposa y su hija en actividades del colegio. Recordé cumpleaños, kermeses, reuniones de padres… incluso las veces en que fui a recoger a mi hija a su casa. Su celular comenzó a sonar. —La que llama es mi hija… siempre se preocupa. Seguro quiere que me vaya a casa —dijo, guardando el teléfono sin contestar, mientras miraba los...