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Mostrando las entradas de julio, 2009

Mientras uno más uno sea dos

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- ¿Y cómo te fue, hija? - Bien, bonito. - me respondió con ese tono cortante que la caracteriza. - ¿Estabas nerviosa? - insistí. - Sí. Al principio, sí. Pero después el Padre me habló y yo ya no estaba tan nerviosa. Luego me dijo: "Ave María purísima". Le respondí: "Sin pecado concebida". Me dijo: "¿Cuáles son tus pecados?". Y yo se los dije. - ¿Cómo te sentiste luego? - Bien. El Padre me dijo que rezara un Padre Nuestro y un Ave María. - ¿Y de ahí? - Luego le recé a Dios, agradeciéndole que me haya perdonado. Me sentí así pues... liberada. Esa noche, antes de dormir, no podía dejar de pensar en esa última frase. Me sentía más lejos de mi pequeña primogénita de nueve años. Por primera vez tomaba conciencia que la estaba empezando a perder. Entendía el porqué ya no quería que la abrazara y besara efusivamente en la puerta del colegio. Valeria estaba creciendo y yo no me había dado cuenta hasta esa noche, la noche del día de su Primera Confesión. Esa noche,